La prostitución es cosa de hombres; de hombres como clientes, claro. Así piensa la mayoría de la población mundial que no puede concebir la idea de una mujer dirigiendo su vida sexual y teniendo los mismos apetitos que un hombre hasta el punto de comprar sexo cuando le sale de ahí. Nada de romanticismo, nada de seducción; el callboy o escort masculino entra por la puerta y la clienta le pide que se desnude. ¿Liberación o imitación?
Escort para mujeres, mundialmente conocido como gigoló
Gigoló es la forma de subrayar que ese prostituto se dedica a las mujeres, es decir, es heterosexual. A muchos no les gusta esta denominación porque dicen sentirse como meros objetos sexuales y prefieren definirse como “acompañantes”.
Son muchas las webs que ofrecen los servicios sexuales de chicos para complacer íntimamente a mujeres, pero de alguna manera, la prostitución heterosexual masculina parece solo apuntar a las mujeres ricas o de clase acomodada. ¿Nos imaginamos a una mujer pagando diez euros para que le coma el coño en su coche un rumano que ha recogido en el badén de la carretera hacia la playa? Déjenos pensar un poco… No.
He ahí una de las primeras diferencias con la prostitución hetero para hombres. Los clientes varones no hacen ascos a nada, incluso sospechando que las prostitutas de carretera y polígono están liadas en la mafia, pagan sus euros y consiguen sexo en condiciones de dudosa higiene. Por supuesto, la gama de tipos de prostitución para hombres es amplia y toca todos los niveles pero la prostitución para mujeres parece ser mucho más selectiva.
Prostitución para mujeres: El sexo es opcional
Así lo deja caer una de las agencias de Londres que ofrecen los servicios de compañía de hombres a esas mujeres de la clase acomodada.
El sexo al final de la cita es opcional y no es deferencia sino que las agencias no pueden anunciar servicios sexuales explícitos. Bien, algunas mujeres solo buscan un chico acompañante para una boda o una reunión entre amigos emparejados, otras buscan directamente el polvo y dejarse de tonterías.
Armani, es un escort más que conforme con satisfacer mujeres; Tom, sin embargo, es un escort que nunca llega al sexo pues sus servicios son de compañía. ¿Hay escorts femeninas que se dediquen exclusivamente al servicio de compañía y después de la cena cada uno a su casa? Parece increíble.
¿Liberación de la mujer?
Louise espera a que llegue el día del ingreso de su salario en cuenta por una razón: quedar con Bob.
Bob, 48 años y canas, es un escort masculino que cumple los sueños de Louise. El día antes de la cita, ella se dedica a ir al spa, a la peluquería y elegir un vestido muy sexy; lo define como “mimarse”. La cita, de una duración de seis horas, consiste en cenar juntos, una buena botella de vino, recibir un masaje, tomar fresas, beber el champán que le gusta, conversar y “hacer el amor”.
Louise confiesa que es una forma de sentirse querida, escuchada y, por puesto, de escapar de su “rutinaria vida de contable”. A sus 47 años ha empezado a utilizar el servicio de los escorts masculinos. Paseando por su Sydney natal, vio una revista en la que se anunciaban los mejores de la ciudad y no pudo más que quedarse con un ejemplar.
Tras muchos años de relación sentimental desastrosa y tres de batacazos entre citas online y polvos típicos de la noche decidió que los escorts para mujeres eran su posible solución.
Para Louise, su chico canoso es garantía de buen sexo y de salud pues en su perfil se cuelgan sus análisis cada tres meses, por cierto, requerimiento legal en Australia. Luisa consultó a su médico quien le dijo que no era la primera que acudía a los brazos de un escort y que se animara a probar.
Ahora que varios estados de Australia han legalizado la prostitución, el número de clientas va en ascenso, aunque solo un 6% de mujeres compran sexo en el país de los canguros. El precio medio son 500$ australianos, 330€.
A partir de los treinta años, las mujeres con pasta, normalmente divorciadas o solteras, se dan el capricho de disfrutar de la compañía de un escort masculino.
Pago a un puto para follar en un hotel
Afortunadamente, vivimos en el momento de la historia en el que las mujeres tienen mayor independencia económica, y eso se traduce en muchas áreas, como en la de vivir su sexualidad como les apetezca y pagar a un puto para ir a un hotel a follar. Suena fuerte, porque no estamos acostumbrados, pero es así de simple.
Ricas en billetes y pobres en tiempo libre, algunas de estas mujeres no quieren perderlo en ligar en un bar para luego conseguir un sexo pobre, sino que prefieren ir al grano.
Internet ha contribuido a esto, ¡cómo no! Antes, la clienta tenía que indagar, observar en la calle e inventarse estrategias para dar con un escort, hoy, la Red está llena de anuncios, comentarios y fotografías.
Series como Sex and the City o Girls han puesto sobre relieve la cuestión de la sexualidad de la mujer, quien no desea citas romanticonas y enamorarse todos los días sino follar mucho y muy a gusto con tíos buenos y complacientes que además las escuchen y las masajeen. Entendemos que suene tentador para ellas. Hasta ahora ha sido un placer exclusivo para los hombres, ¡qué calladito se lo tenían!
Quizá, no sea más que otro avance de la mujer, otra conquista de un terreno típicamente masculino, como ha sido el de las Ciencias, el del Ejército, el de las finanzas o el empresarial. La mujer entra en la prostitución como clienta, con un fajo de billetes y con las ideas muy claras sobre lo que desea de la transacción.
No en vano, en Japón se compran lotes de romances con duración pactada. Y es que el mundo parece inclinarse por las cosas rápidas, placenteras y fáciles.